Tu sexo ardiente y mi boca hambrienta encuentran siempre el rincon escondido para llamarse.
Se buscan... se aman... se acompañan... se fusionan.
Son cómplices en este vaiven nocturno, que tan deliciosamente construimos.
Mis madrugadas frias se hacen fuego al imaginar el simple roce de tu piel, y en tu mirada apasionada encuentro el destino de mi respirar jadeante.
Mis manos acarician tu cuello... mi boca te bebe... mis piel se aferra a cada poro de tu cuerpo.
Mis ojos te buscan... ¿que digo? ¡no tengo ojos! ya son tuyos; los he perdido desde que los secuestró tu desnudez mi amada princesa...
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